paroles de chanson Sound of Silence - Richard Clayderman
INSTRUMENTAL
Fernando
PessoaTabaqueríaNo
soy
nada.
Nunca
seré
nada.
No
puedo
querer
ser
nada.
Aparte
de
esto,
tengo
en
mí
todos
los
sueños
del
mundo.
Ventanas
de
mi
cuarto,
De
mi
cuarto
de
uno
de
los
millones
de
gente
que
nadie
sabe
quién
es
(Y
si
supiesen
quién
es,
¿qué
sabrían?),
Dais
al
misterio
de
una
calle
constantemente
cruzada
por
la
gente,
A
una
calle
inaccesible
a
todos
los
pensamientos,
Real,
imposiblemente
real,
evidente,
desconocidamente
evidente,
Con
el
misterio
de
las
cosas
por
lo
bajo
de
las
piedras
y
los
seres,
Con
la
muerte
poniendo
humedad
en
las
Paredes
y
cabellos
blancos
en
los
hombres,
Con
el
Destino
conduciendo
el
carro
de
todo
por
la
carretera
de
nada.
Hoy
estoy
vencido,
como
si
supiera
la
verdad.
Hoy
estoy
lúcido,
como
si
estuviese
a
punto
de
morirme
Y
no
tuviese
otra
fraternidad
con
las
cosas
Que
una
despedida,
volviéndose
esta
casa
y
este
lado
de
la
calle
La
fila
de
vagones
de
un
tren,
y
una
partida
pintada
Desde
dentro
de
mi
cabeza,
Y
una
sacudida
de
mis
nervios
y
un
crujir
de
huesos
a
la
ida.
Hoy
me
siento
perplejo,
como
quien
ha
pensado
y
opinado
y
olvidado.
Hoy
estoy
dividido
entre
la
lealtad
que
le
debo
A
la
tabaquería
del
otro
lado
de
la
calle,
como
cosa
real
por
fuera,
Y
a
la
sensación
de
que
todo
es
sueño,
como
cosa
real
por
dentro.
He
fracasado
en
todo.
Como
no
me
hice
ningún
propósito,
quizá
todo
no
fuese
nada.
El
aprendizaje
que
me
impartieron,
Me
apeé
por
la
ventana
de
las
traseras
de
la
casa.
Me
fui
al
campo
con
grandes
proyectos.
Pero
sólo
encontré
allí
hierbas
y
árboles,
Y
cuando
había
gente
era
igual
que
la
otra.
Me
aparto
de
la
ventana,
me
siento
en
una
silla.
¿En
qué
voy
a
pensar?
¿Qué
sé
yo
del
que
seré,
yo
que
no
sé
lo
que
soy?
¿Ser
lo
que
pienso?
Pero
¡pienso
ser
tantas
cosas!
¡Y
hay
tantos
que
piensan
ser
lo
mismo
que
no
puede
haber
tantos!
¿Un
genio?
En
este
momento
Cien
mil
cerebros
se
juzgan
en
sueños
genios
como
yo,
Y
la
historia
no
distinguirá,
¿quién
sabe?,
ni
a
uno,
Ni
habrá
sino
estiércol
de
tantas
conquistas
futuras.
No,
no
creo
en
mí.
¡En
todos
los
manicomios
hay
locos
perdidos
con
tantas
convicciones!
Yo,
que
no
tengo
ninguna
convicción,
¿Soy
más
convincente
o
menos
convincente?
No,
ni
en
mí...
¿En
cuántas
buhardillas
y
no
buhardillas
del
mundo
No
hay
en
estos
momentos
genios-para-sí-mismos
soñando?
¿Cuántas
aspiraciones
altas
y
nobles
y
lúcidas
-Sí,
verdaderamente
altas
y
nobles
y
lúcidas-,
Y
quién
sabe
si
realizables,
no
verán
nunca
la
luz
del
sol
verdadero
Ni
encontrarán
quien
les
preste
oídos?
El
mundo
es
para
quien
nace
para
conquistarlo
Y
no
para
quien
sueña
que
puede
conquistarlo,
aunque
tenga
razón.
He
soñado
más
que
lo
que
hizo
Napoleón.
He
estrechado
contra
el
pecho
hipotético
más
humanidades
que
Cristo,
He
pensado
en
secreto
filosofías
que
ningún
Kant
ha
escrito.
Pero
soy,
y
quizá
lo
sea
siempre,
el
de
la
buhardilla,
Aunque
no
viva
en
ella;
Seré
siempre
el
que
no
ha
nacido
para
eso;
Seré
siempre
el
que
tenía
condiciones;
Seré
siempre
el
que
esperó
que
le
Abriesen
la
puerta
al
pie
de
una
pared
sin
puerta
Y
cantó
la
canción
del
Infinito
en
un
gallinero,
Y
oyó
la
voz
de
Dios
en
un
pozo
tapado.
¿Creer
en
mí?
No,
ni
en
nada.
Derrámame
la
naturaleza
sobre
mi
cabeza
ardiente
Su
sol,
su
lluvia,
el
viento
que
tropieza
en
mi
cabello,
Y
lo
demás
que
venga
si
viene,
o
tiene
que
venir,
o
que
no
venga.
Esclavos
cardíacos
de
las
estrellas,
Conquistamos
el
mundo
entero
antes
de
levantarnos
de
la
cama;
Pero
nos
despertamos
y
es
opaco,
Nos
levantamos
y
es
ajeno,
Salimos
de
casa
y
es
la
tierra
entera,
Y
el
sistema
solar
y
la
Vía
Láctea
y
lo
Indefinido.
(¡Come
chocolatinas,
pequeña,
Come
chocolatinas!
Mira
que
no
hay
más
metafísica
en
el
mundo
que
las
chocolatinas,
Mira
que
todas
las
religiones
no
enseñan
más
que
la
confitería.
¡Come,
pequeña
sucia,
come!
¡Ojalá
comiese
yo
chocolatinas
con
la
misma
verdad
con
que
comes!
Pero
yo
pienso,
y
al
quitarles
la
platilla,
que
es
de
papel
de
estaño,
Lo
tiro
todo
al
suelo,
lo
mismo
que
he
tirado
la
vida.)
Pero
por
lo
menos
queda
de
la
amargura
de
lo
que
nunca
seré
La
caligrafía
rápida
de
estos
versos,
Pórtico
partido
hacia
lo
Imposible.
Pero
por
lo
menos
me
consagro
a
mí
mismo
un
desprecio
sin
lágrimas,
Noble,
al
menos,
en
el
gesto
amplio
con
que
tiro
La
ropa
sucia
que
soy,
sin
un
papel,
para
el
transcurrir
de
las
cosas,
Y
me
quedo
en
casa
sin
camisa.
(Tú,
que
consuelas,
que
no
existes
y
por
eso
consuelas,
O
diosa
griega,
concebida
como
una
estatua
que
estuviese
viva,
O
patricia
romana,
imposiblemente
noble
y
nefasta,
O
princesa
de
trovadores,
gentilísima
y
disimulada,
O
marquesa
del
siglo
dieciocho,
descotada
y
lejana,
O
meretriz
célebre
de
los
tiempos
de
nuestros
padres,
O
no
sé
qué
moderno
-no
me
imagino
bien
qué-,
Todo
esto,
sea
lo
que
sea,
Lo
que
seas,
¡si
puede
inspirar,
que
inspire!
Mi
corazón
es
un
cubo
vaciado.
Como
invocan
espíritus
los
que
invocan
espíritus,
me
invoco
A
mí
mismo
y
no
encuentro
nada.
Me
acerco
a
la
ventana
y
veo
la
calle
con
absoluta
claridad,
Veo
las
tiendas,
veo
las
aceras,
veo
los
coches
que
pasan,
Veo
a
los
entes
vivos
vestidos
que
se
cruzan,
Veo
a
los
perros
que
también
existen,
Y
todo
esto
me
pesa
como
una
condena
al
destierro,
Y
todo
esto
es
extranjero,
como
todo.)
He
vivido,
estudiado,
amado,
y
hasta
creído,
Y
hoy
no
hay
un
mendigo
al
que
no
envidie
sólo
por
no
ser
yo.
Miro
los
andrajos
de
cada
uno
y
las
llagas
y
la
mentira,
Y
pienso:
puede
que
nunca
hayas
Vivido,
ni
estudiado,
ni
amado
ni
creído
(Porque
es
posible
crear
la
Realidad
de
todo
eso
sin
hacer
nada
de
eso);
Puede
que
hayas
existido
tan
sólo,
Como
un
lagarto
al
que
cortan
el
rabo
Y
que
es
un
rabo,
más
acá
del
lagarto,
removidamente.
He
hecho
de
mí
lo
que
no
sabía,
Y
lo
que
podía
hacer
de
mí
no
lo
he
hecho.
El
disfraz
que
me
puse
estaba
equivocado.
Me
conocieron
enseguida
como
quien
No
era
y
no
lo
desmentí,
y
me
perdí.
Cuando
quise
quitarme
el
antifaz,
Lo
tenía
pegado
a
la
cara.
Cuando
me
lo
quité
y
me
miré
en
el
espejo,
Ya
había
envejecido.
Estaba
borracho,
no
sabía
llevar
el
dominó
que
no
me
había
quitado.
Tiré
el
antifaz
y
me
dormí
en
el
vestuario
Como
un
perro
tolerado
por
la
gerencia
Por
ser
inofensivo
Y
voy
a
escribir
esta
historia
para
demostrar
que
soy
sublime.
Esencia
musical
de
mis
versos
inútiles,
Ojalá
pudiera
encontrarme
como
algo
que
hubiese
hecho,
Y
no
me
quedase
siempre
enfrente
de
la
tabaquería
de
enfrente,
Pisoteando
la
conciencia
de
estar
existiendo
Como
una
alfombra
en
la
que
tropieza
un
borracho
O
una
estera
que
robaron
los
gitanos
y
no
valía
nada.
Pero
el
propietario
de
la
tabaquería
ha
Asomado
por
la
puerta
y
se
ha
quedado
a
la
puerta.
Le
miro
con
incomodidad
en
la
cabeza
apenas
vuelta,
Y
con
la
incomodidad
del
alma
que
está
comprendiendo
mal.
Morirá
él
y
moriré
yo.
Él
dejará
la
muestra
y
yo
dejaré
versos.
En
determinado
momento
morirá
También
la
muestra,
y
los
versos
también.
Después
de
ese
momento,
morirá
la
calle
donde
estuvo
la
muestra,
Y
la
lengua
en
que
fueron
escritos
los
versos,
Morirá
después
el
planeta
girador
en
que
sucedió
todo
esto.
En
otros
satélites
de
otros
sistemas
cualesquiera
algo
así
como
gente
Continuará
haciendo
cosas
semejantes
a
versos
y
Viviendo
debajo
de
cosas
semejantes
a
muestras,
Siempre
una
cosa
enfrente
de
la
otra,
Siempre
una
cosa
tan
inútil
como
la
otra,
Siempre
lo
imposible
tan
estúpido
como
lo
real,
Siempre
el
misterio
del
fondo
tan
verdadero
Como
el
sueño
del
misterio
de
la
superficie,
Siempre
esto
o
siempre
otra
cosa
o
ni
una
cosa
ni
la
otra.
Pero
un
hombre
ha
entrado
en
la
tabaquería
(¿a
comprar
tabaco?),
Y
la
realidad
plausible
cae
de
repente
encima
de
mí.
Me
incorporo
a
medias
con
energía,
convencido,
humano,
Y
voy
a
tratar
de
escribir
estos
versos
en
los
que
digo
lo
contrario.
Enciendo
un
cigarrillo
al
pensar
en
escribirlos
Y
saboreo
en
el
cigarrillo
la
liberación
de
todos
los
pensamientos.
Sigo
al
humo
como
a
una
ruta
propia,
Y
disfruto,
en
un
momento
sensitivo
y
competente,
La
liberación
de
todas
las
especulaciones
Y
la
conciencia
de
que
la
metafísica
es
Una
consecuencia
de
encontrarse
indispuesto.
Después
me
echo
para
atrás
en
la
silla
Y
continúo
fumando.
Mientras
me
lo
conceda
el
destino
seguiré
fumando.
(Si
me
casase
con
la
hija
de
mi
lavandera
A
lo
mejor
sería
feliz.)
Visto
lo
cual,
me
levanto
de
la
silla.
Me
voy
a
la
ventana.
El
hombre
ha
salido
de
la
tabaquería
(¿metiéndose
el
cambio
en
el
bolsillo
de
los
pantalones?).
Ah,
le
conozco:
es
el
Esteves
sin
metafísica.
(El
propietario
de
la
tabaquería
ha
llegado
a
la
puerta.)
Como
por
una
inspiración
divina,
Esteves
se
ha
vuelto
y
me
ha
visto.
Me
ha
dicho
adiós
con
la
mano,
Le
he
gritado
¡Adiós,
Esteves!,
y
el
Universo
Se
me
reconstruye
sin
ideales
ni
esperanza,
Y
el
propietario
de
la
tabaquería
se
ha
sonreído.
Attention! N'hésitez pas à laisser des commentaires.